Milei arribó al poder con una propuesta de alto voltaje, y también de alto riesgo si no se lleva a cabo con prolijidad democrática, algo que requiere cualidades que Milei está aprendiendo en un curso acelerado de conducción política “en la práctica”.
La llegada de Javier Milei a la presidencia de La Argentina, no solo impacta a la realidad crítica que vive ese país , sino que es un acontecimiento que está bajo la lupa de la región.
No es común que un presidente llegue al poder sin prometer esperanzas de bienestar y que se sostenga en un discurso descarnado basado en plantear una verdad (su verdad) que refleja en términos dramáticos la grave y profunda crisis cuya única salida parece ser el sacrificio.
Cuando otros gobernantes latinoamericanos, tal vez con un afán tan motivador como populista, promueven un futuro de esplendor, Milei plantea un relato de devastación que parece terminar con las fantasías.
Y con ese relato, haber logrado un triunfo contundente en las urnas, no es poco para alguien con una base política exigua y con una experiencia de solo tres años en el difícil y confuso ruedo político argentino.
Algo cambió, seguramente, en el ánimo de la sociedad.
Milei arribó al poder con una propuesta de alto voltaje, y también de alto riesgo si no se lleva a cabo con prolijidad democrática, algo que requiere cualidades que Milei está aprendiendo en un curso acelerado de conducción política “en la práctica”.
El cambio, de todas formas, se vuelve imprescindible y pone en situación incómoda a una oposición sesgada por la filosofía anquilosada del peronismo dominante en todas sus formas y por la obsoleta “casta” política tradicional que incluye a los beneficiarios de un poder secuestrado por los mismos actores de siempre.
Es que “la casta” se sostuvo como pudo prometiendo la transformación de la sociedad, pero se olvidó que para transformar hay que evolucionar. Una asignatura pendiente.
El peronismo, que es la síntesis del todo de la política argentina de los últimos 80 años (incluyendo originales e imitadores) no ha podido encarnar la evolución, especialmente en sus tres “pilares” que son los que detienen cualquier intento de replanteo: Soberanía política, independencia económica y justicia social.
¿Qué es la soberanía política y la independencia económica en un mundo donde cada país depende de otros? Una falacia.
¿Qué es justicia social? ¿Acaso será hoy “equidad” social manteniendo las diferencias?
Sin evolución, esos tres pilares no son mas que tres errores históricos en nueva normalidad.
Por otra parte, las bases culturales que se reflejan en su lema “primero la patria, después el movimiento y después el hombre” muestran que no se puede vivir en el siglo XXI con la filosofía de los años 40…
El peronismo dominante (tan impotente como quejoso), y la vieja política representada por históricos partidos, arrastran al rebaño planteando escenarios de miedo para asegurar una posición de poder.
Es por eso que frente a cualquier instancia de cambio en la que no participen, la inmediata reacción es generar confusión y promover enfrentamiento para volver atrás el reloj y sostener las bases religiosas, claramente por incapacidad para mostrarle a sus fieles que puede haber otro camino, a pesar de autodenominarse revolucionarios y liberadores.
Esa incapacidad es la que impulsa un modelo coercitivo, tradicional del nacionalismo social de los años 30, que alienta el temor colectivo a abandonar viejos métodos, controles disfrazados de protección, golpismo disfrazado de revolución, gremios que presionan a sus propios afiliados. Así fue siempre.
Minimizar la satisfacción individual a costa de maximizar la mediocridad del total del colectivo.
Ser republicanos y anti republicanos según la circunstancia. Todo sea por mantener el poder desde la mediocridad.
Tal vez, y considerando el poder opositor y la historia, Milei jugo fuerte para “distraer” imponiendo sus fines a los medios de sus opositores, lo que se denomina maniobra de “engaño” en teoría de conflicto. No puede ejercer coerción ni tampoco generar un acto de guerra. Sus medios son insuficientes.
Entonces, distraer generando discusión y confusión proponiendo una estructura de medidas que buscan un replanteo (quizás una refundación) del modelo político, económico y social de un país cuyo modelo se remonta a casi 80 años. Y si, el último modelo de país lo diseñó Perón.
Una vez instalado el conflicto, se pasará del enfrentamiento a un duelo irreversible que permitirá persuadir a la oposición reduciendo fines propios y ajenos para un acuerdo positivo.
La política es todo lo que hace falta para impulsar la evolución y transformar pobreza en progreso. Porque de eso se trata. Quitar el miedo y abandonar la cultura de rebaño. Quizás otra forma de revolución.
¿Es posible?
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