La única verdad, decía Pericles, es la percepción de la realidad. Desde esa afirmación, podemos explicar por qué tenemos diferentes posturas frente a hechos que, al momento de interpretarlos desde nuestros valores, nos muestran un mundo en el que actuamos.
Esa realidad no sólo la percibimos a través de nuestras visiones propias, sino que en este universo de influencers, redes y medios, seguramente observamos la realidad que nos cuentan aquellos comentaristas que, para nuestro confort, divulgan la realidad para que sea digerida más fácilmente. Claro, no es gratis ese trabajo. Los observadores algo tienen que dar, y lo peor, es que el pago puede ser su propia voluntad.
No es noticia que el mundo está jodido. Resulta banal y hasta cursi hablar de la complejidad y la ambigüedad, algo que existe desde todos los tiempos. Pero esa complejidad aumentada por falsos profetas no es en si misma lo que preocupa, sino su resultado. Una crisis infinita que lleva a la desidia y la confrontación.
Desde el comienzo de la historia el mundo nunca tuvo una sola vía. Pareciera que resulta imprescindible vivir con antinomias. Algunas son nuevas; otras, viejas; varias, rebautizadas, y todas muy ruidosas: China vs. Estados Unidos, Sur Global vs. Occidente, democracia liberal vs. autocracias, progresistas vs. conservadores, populismos de derecha vs. populismos de izquierda, outsiders vs. establishment, cultura woke vs. reacción tradicionalista, proisraelíes vs. propalestinos.
En ese contexto de anomia y polarización, la política global sufre cataclismos que erosionan la economía, la vida en sociedad, el bienestar posible.
La idea que todos juntos podemos hacer posible vivir mejor, se contrapone con la búsqueda del sálvese quien pueda y la supervivencia del más fuerte, lo que supone darle la razón a quienes auguran el fin de las ideologías y el inicio de una sola manera de ver la vida.
El tema es que los que suponen el fin de las ideologías, lo hacen creando una secta ideológica contra las ideologías. Es un modelo dónde la locura es aceptada y se transforma en algo tan cotidiano como
banal, seduciendo a partir de la negación de la historia, y de conceptos de convivencia con las diferencias. Esos psicópatas exitosos no aceptan las diferencias.
¿Qué sucede entonces en una sociedad dónde parte de sus integrantes no buscan solo satisfacer sus necesidades de bienestar, sino alcanzar una nueva condición para acortar la brecha de desigualdad frente a otros que, en una postura egoísta hacen lo posible por estirarla?
Corremos el riesgo de abandonar la idea que estamos constituidos desde nuestra relación con los demás, dónde lo que vale es nuestro logro individual disfrazado de un relato de convivencia.
Ese egoísmo, llevado a un discurso religioso masivo que apunta a resolver el caos, la desesperanza, la ansiedad, es lo que mueve a los oscuros miembros de la sociedad de los fascistas que, desde un extremo a otro y en nombre de una falsa libertad, adormecen la mente y crean nuevos rebaños. Los rebeldes coartan la rebeldía.
¿Buscamos profetas que nos enfrentes a los que ellos suponen diabólico, generando guerras santas eternas? ¿O buscamos políticos cuya inteligencia intra e interpersonal genere los acuerdos necesarios para mantener el equilibrio?
Estamos escasos de estadistas, y por ende de líderes. Ya no es común encontrar a quienes plantean diferentes alternativas, que aceptan la duda y la autocrítica. Esos coherentes, hoy son arrasados por quienes gritan una verdad revelada y se autodenominan “salvadores”.
¿Estamos viendo esto?
¿Nos estamos dando cuenta que lo que está en juego no es otra cosa que vivir en paz y en
libertad?
Aceptamos la evolución tecnológica, las nuevas inteligencias, pero volvemos a una experiencia religiosa que nos hace vivir en el medioevo. ¿Somos capaces para proteger la vida democrática y la vida en sociedad, o somos tan primitivos que nos alcanza con ver el árbol y nunca el bosque?
Creo que estamos dotados para ver por nosotros mismos sin necesidad de brujos y darnos cuenta que el individuo sin sociedad no tiene razón de existir. Al menos es una aspiración, el que veamos más allá de lo que nos prometen falsos profetas. Espero que sólo sea un momento en el que nos encuentra dormidos.
Ante este universo confuso, vale la pregunta: ¿Qué ves? Despertemos.
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