En estos tiempos modernos y ridículamente politizados, debemos cuestionarnos si vale la pena ponerse de un lado o del otro minimizando lo más detestable del comportamiento humano.
En estos tiempos modernos, debemos preguntarnos si vale la pena hablar de las razones de una guerra cuando esa guerra que para algunos analistas puede tener mil razones, es posible que se puede explicar por mil pasiones encontradas.
En estos tiempos modernos, debemos preguntarnos si vale la pena volver a insistir con los deseos de coherencia y paz, cuando aún existen fanatismos primitivos prehistóricos que simplemente debiesen ser abordados desde la base y por los mismos participantes de un conflicto eterno.
En estos tiempos modernos, dónde el morbo se hace presente con la guerra en directo, con vídeos y fotos indeseables en mil redes «sociales», debemos preguntarnos si vale la pena tratar de hacer un análisis objetivo de la situación.
Cuando la guerra se transforma en un proceso genocida y de exterminio sin códigos, creo que solo vale la pena hacer un acto de constricción y ponerse del lado de los que han sufrido aberraciones; vejaciones y muertes que nunca tienen sentido.
Es por eso en estos tiempos modernos, dónde las fake news juegan su partido, y cuándo frente al drama del asesinato aún se plantean razones de ambos lados de la historia, es necesario reflexionar y darnos cuenta que hay una sola noticia: La muerte inútil que hace que esta modernidad expresada en la banal evolución tecnológica divorciada del humanismo se transforme en oscuridad.
En estos tiempos modernos y ridículamente politizados, debemos cuestionarnos si vale la pena ponerse de un lado o del otro minimizando lo más detestable del comportamiento humano. Es momento de abrazar a las víctimas.
Es difícil en estos tiempos modernos, analizar guerras ssntas como un simple conflicto, de analizar las amenazas de unos contra los medios del otro, del significado de una maniobra terrorista de distracción (festejada por una parte de la sociedad) o simplemente plantear el porqué de un acto de fuerza en lugar de un acto de persuasión.
Creo que todo este análisis está demás cuando la realidad es el dolor.
La redes se inundan de mensajes que deploran un ataque artero y sinsentido, y dónde la solidaridad aparece como la esencia de los relatos, pero debemos coincidir que más vale la pena la acción, y la acción no es simplemente denunciar este tipo de actos. Entrar en acción es prevenirlos y decididamente evitarlos a nivel global. Claro que es difícil, y en este caso parecería imposible más allá de la evolución de la humanidad. ¿La evolución?
Yo sé que politólogos, economistas y hasta improvisados intelectuales estarán especulando con las consecuencias políticas y económicas de una guerra que es infinita, que empezó con el comienzo de la humanidad y que tiene que ver con la intolerancia de unos que no pueden vivir con otros. Que no entienden la existencia del otro y hasta buscan su exterminio. Sabemos que encontrar y lograr salidas coherentes es muy complicado frente al fanatismo que, como todo fanatismo y como toda la verdad revelada obtusa, no escucha razones sino solo pasiones provenientes de emociones destructivas.
Todo esta realidad que no es inventada sólo se expresa con impotencia, pero era necesario decir algo sobre este momento. No tenía ganas de escribir un artículo tratando de dar una visión academicista de un conflicto eterno, sino simplemente quería escribir con rabia y vergüenza por una humanidad que, en tiempos de inteligencia artificial, parece haber relegado la inteligencia natural y emocional.
No hay mucho más para decir en esta triste historia que deseamos la paz, que deseamos la convivencia de los seres humanos desde el comienzo de nuestras vidas, tal vez desde el comienzo de una especie humana que en tiempos modernos nos sigue dejando dudas. Meditemos, recemos, oremos por las víctimas.
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