No cabe duda que la tapa de TIME está reservada para quienes son noticia a partir del interés que generan o pueden generar. Obviamente, y tal como lo plantean desde la publicación, ese interés no implica respaldo ni respeto internacional por quién está en la tapa, simplemente representa una instancia, un momento o, como decía Warhol, algunos minutos de fama.
La semana pasada, el presidente Javier Milei fue tapa de TIME, algo que no es nada excepcional si consideramos que varios argentinos, algunos ilustres y otros no tanto, fueron también protagonistas de la portada del seminario. Es el caso de Perón, Eva Perón, el Che, Frondizi, Alfonsín, Menem, Messi, el Papa Francisco, entre otros. Y ahora fue el turno de Milei, para regocijo propio y de sus fanáticos seguidores que suponen la omnipresencia del presidente a nivel mundial. Nada de eso.
La particularidad de la portada es el título: “The Radical”. Parece una ironía ese título llevado a la realidad política argentina dónde casualmente el partido radical es lo opuesto a la propuesta de Milei.
Pero The Radical, en el significado de la portada, implica la descripción de un personaje que busca romper con todo el pasado y que abruptamente busca la transformación de las estructuras. Y eso si tiene que ver con las intenciones de Milei, aunque debemos tener espíritu crítico al analizarlas.
La propuesta radical de Milei es una propuesta verdaderamente revolucionaria en términos de relato, aunque del relato a la acción hay un puente peligroso de cruzar. Porque gobernar el cambio exige, además de convencimiento absoluto del rumbo, la necesidad de impulsarlo y no de imponerlo. En tal sentido, gobernar el cambio requiere de una actitud sostenida en cuatro atributos de personalidad determinantes: Locura, Mesura, Coherencia y Paciencia. Nada simple de encontrar en la profundidad de un gobernante.
¿Por qué la Locura?
Indudablemente, la crisis profunda y terminal de La Argentina en lo político, en lo económico, en lo social y en lo cultural, exige de un gobernante con ruptura lógica, de allí que un “loco” pueda resolver ideas desestructuradas, viejos y eternos conflictos estructurales.
El cuidado que hay que tener, es que esa Locura tenga respaldo de talento comprobado, algo que aún Milei no ha demostrado. Por ejemplo: Podemos afirmar la “locura” de Charly García rompiendo teclados, desnudándose en público o lanzándose a una piscina desde un octavo piso de un hotel. Locura sí, pero Charly compuso lo que compuso, que le da crédito para la irreverencia.
Todavía, Milei ha demostrado su locura con fuegos artificiales e intenciones. Claro que es temprano para los logros, pero aún no están.
¿Por qué la Mesura?
La Argentina depende de las buenas relaciones con el mundo para poder reinsertarse en él y no generar más conflicto. Llevarse todo por delante, destratar a presidentes de países centrales como lo hizo con Pedro Sanchez o Xi Jimping. O hacer campañas por partidos políticos extremos como Vox, innecesariamente. Porque para poder llevarse todo por delante, aunque sea un acto de prepotencia inapropiada, hay que tener con qué. Y La Argentina, hoy, no tiene con qué.
¿Por qué la Coherencia?
No es posible catalogarse como un anarcocapitalista-libertario y hablar de liberalismo cuando critica a periodistas, gente con opinión diferente o enviando un ejército de trolls para escrachar en redes a quién se anime a criticarlo.
Milei no es verdaderamente un demócrata liberal, ya que el demócrata liberal no demoniza al Estado, sino que entiende que el Estado bien concebido y gestionado es determinante para la libertad individual y para la convivencia pacífica entre las personas. Ser liberal es aceptar las diferencias sin poner rótulos mezquinos ni agraviantes.
¿Por qué la Paciencia?
Porque la transformación no es inmediata. Requiere de acuerdos, de negociación, de generar convencimiento, de darle solidez a las relaciones entre los diferentes sectores políticos que son los que, en definitiva, van a apoyar la transformación.
Frente a este escenario, el presidente Milei aborda su gobierno desde la extravagancia de sus dichos y desde una estética que nada debe envidiarles a los populismos de este siglo, sean de un lado de las ideas como del otro. ¿Es necesaria esa postura?
Claro que el común de la gente está agotado por la sucesión de fracasos, por la incertidumbre en el rumbo del país, por la escasez y la pobreza (algo incomprensible en un país que se supone un supermercado de alimentos y recursos), por la división social a la que se suma la violencia y delincuencia (natural en esta parte del mundo). Pero la solución está en la política y no desdeñando la política como si fuese el mal de todos los males”.
Si los políticos son corruptos, inútiles, imbéciles, zurdos, o cualquier otro epíteto utilizado por quién se hace llamar “El León”, será el mismísimo rey de la selva el que marque con su ejemplo el significado de buena política.
De no hacerlo, el riesgo es que la sociedad viva adormecida con un discurso digno de una misa pagana y hasta se olvide de lo beneficios de vivir en democracia, algo que tanto ha costado conseguir.
El Chico de la Tapa, aquella canción de Fito Páez que describía a un marginal enemigo del mundo, finalizaba con el siguiente estribillo:
“Yo siempre viví en la boca del diablo
Naciendo, muriendo y resucitando
El mundo está lleno de hijos de puta
Y hoy especialmente está llena la ruta
No voy a morir de amor, No voy a morir de amor…”
Ojalá Milei no sea ese chico de la tapa. Esperemos que sea el “Radical” de TIME, pero un “Radical” con aptitud de unir y de evolucionar para transformar. Porque el que piensa distinto no es un excremento, sino alguien cuyo espíritu crítico puede aportar a direccionar el cambio.
Simplemente, Milei debe darse cuenta que los presidentes pasan, y los países quedan.
Es sólo cuestión de actitud.
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