4 de Diciembre de 2023
La región recibe a Milei, con dudas, con expectativas, con rechazos, con desesperación y con esperanzas. Todo lo que genera la incertidumbre, porque no es posible ver el fin desde el principio.
La región se ha transformado en las últimas décadas en un espacio tan confuso como decadente. Los populismos de izquierda y derecha se han potenciado mutuamente creando rebaños de rehenes que experimentan el espejismo de la libertad, pero atados a las cadenas de relatos e ilusiones tan fantásticos como perversos.
La política manoseada por políticos intrascendentes, construyó una calesita que da vueltas y vueltas en un ciclo infinito de desacuerdos acordados, dónde el bienestar general queda en el olvido frente a la voracidad por acceder al poder.
En este escenario de políticos que se repiten y se alternan, que cambian de color a su conveniencia, que intentan provocar a la sociedad con una oferta de promesas que ya no alcanzan ni como esperanza, y que sólo sobreviven a partir de generar odio hacia su enemigo circunstancial, provocando que el espanto supere a la convicción.
Y en estos tiempos confusos, dónde algunos hablan falsamente de transformación, aparece la figura de un oustider que, con gritos y con excesos verbales y conceptuales, con un discurso político contra la politica y que, con argumentos de un inexperto, llega al poder con una brutal diferencia frente a la política tradicional y conservadora que hasta hoy representaba el peronismo en La Argentina, aquel que alguna vez fue revolucionario.
La región recibe a Milei, con dudas, con expectativas, con rechazos, con desesperación y con esperanzas. Todo lo que genera la incertidumbre, porque no es posible ver el fin desde el principio.
En poco tiempo, Milei se dio cuenta que los gritos deben transformarse en susurros, que la política se hace haciendo política, como es la política. Ni anti, ni vieja, ni nueva.
Tal vez su conocimiento formal debió someterse a la voluntad con la que todo político dirige hacia un rumbo posible. Deberá Milei aprender rápidamente el lenguaje adecuado que lo lleve a alcanzar sus intereses más allá de confirmar amigos o denostar enemigos.
Da la sensación que con Milei llega el pragmatismo, algo bastante olvidado frente al fanatismo ideológico fracasado. ¿Qué queremos decir con pragmatismo? Esto es algo que planteó en su momento el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou. En una conversación, el plantea que su país es un país socialista con libre mercado, que disfruta de la libertad con responsabilidad. Ni derecha ni izquierda. Integración de ideas alrededor de una idea madre.
Claro que Uruguay es un lugar especial en términos de convivencia social, dónde las diferencias están dadas por adversarios y no por enemigos interminables. No hay grieta.
Si Milei adopta al pragmatismo tal como lo dijo el día de su triunfo, de convocar a los mejores más allá de su afiliación política o de su pasado, envía una señal para todos aquellos que intentan rotularlo como un representante de la ultraderecha, o de la anarquía liberal. Milei pragmático le hace bien a la sociedad. Y tal vez a la región.
Será su responsabilidad conducir un gobierno que demuestre que la izquierda o la derecha no han podido resolver cuestiones esenciales.
Los pseudo progresistas que intentan representar a la izquierda, hablan de sustentabilidad, equidad de género, justicia y equidad social, solidaridad, liberación.
Los representantes de la derecha plantean el crecimiento económico, el estado pequeño, el liberalismo económico pero con conservadurismo social.
No lograron ni una cosa ni la otra.
El pragmatismo es más simple. Se centra en los problemas esenciales que exigen decisiones presentes con efecto en el futuro: Promover la expansión de la riqueza para resolver el fantasma endémico de la pobreza, la que se manifiesta en las carencias en educación, en el cuidado de la salud, en la seguridad. Temas fundamentales para la esperanza de progresar y de promover la convivencia social.
Sin crecimiento económico no es posible la expansión de la riqueza, y con ello el empleo y la distribución equitativa de recursos.
Y sin Estado presente, no habrá políticos publicas con foco en lo social, y no solo para resolver las carencias de la base de la pirámide, sino también para dar respuesta al descontento social que, inevitablemente, conduce al caos.
El pragmatismo es terminar con el antagonismo estéril entre el bienestar y la justicia social frente al crecimiento económico que supone el capitalismo.
Y un párrafo aparte para la libertad.
Milei plantea la libertad, lo mismo que representantes de otras ideas. Pero no hay libertad en el liberalismo económico ni libertad en la edificación de la pobreza.
No es posible la libertad sin bienestar. Y no hay discursos, porque la libertad no se declama, se tiene.
La región va a observar a Milei como una rareza, la mismo que todo inexperto genera cuándo asume responsabilidades, especialmente la conducción de un país.
Pero tenemos que acordar que la experiencia en exceso genera bloqueos mentales que no permiten percibir las palancas de la evolución.
Y de eso se trata. De evolucionar, para transformar, para crear valor que nos permita vivir y convivir mejor. Es decir, en libertad con responsabilidad.
Deja una respuesta